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Y sucedió otra vez

Psic.Blanca Olivia Velázquez Torres
Colectivo Feminista Mercedes Olivera y Bustamante, A.C.
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Abril de 2008.

Sucedió otra vez, lo peor es que no me sorprende; ¿cuántas veces en consulta escuché esas historias? si, historias de violencia hacia mujeres, eso por supuesto es terrible, pero lo peor de lo peor para mi militancia política, fue escuchar las historias en donde el agresor era un “compa”, un hombre con el que se suponía “estábamos en el mismo barco”, abajo y a la izquierda, si, pero también ahí, en esquinas opuestas. Muchos de esos casos eran de dominio público, sin embargo “no tenía nada que ver” que el “compa” maltratara a su esposa, le pegara a sus hijas, no pasara pensión alimenticia, hostigara a sus compañeras de trabajo o de lucha e incluso, las violara; “no tenía nada que ver” porque era un líder, un hombre “comprometido” con la causa, un luchador social, un revolucionario; la vida privada queda ahí, en lo oscurito, “no tiene nada que ver”.

En un debate feminista en el que participé recientemente, surgió la cuestión acerca de los desencuentros de feministas con la izquierda, y éste es uno de ellos, “eso no tiene nada que ver”.

Nada se dice de esas historias bien conocidas por muchos, por muchas, por todos; hablar de eso desprestigia al movimiento: “compañeras (ahí si compañeras) no le echen tierra, la ropa sucia se lava en casa”, pero lo peor de lo peor de lo peor, es que nunca se lavaba, la ropa sucia se escondía.

Sucedió otra vez, un “compa” reconocido por su “compromiso político” y con años de trabajo a favor de los derechos, violó a una mujer. Cuando se lo comenté a algunas personas cercanas al movimiento la pregunta primera fue ¿y será cierto? ¿y si ella está mintiendo? ¿ y si ella quería?¿y si sólo lo dice por #$%&selo? ¿y si….? Y yo me pregunto ¿y si por principio le creemos a ella sin dudar? ¿ y si por primera vez pensamos que “si tiene que ver” la historia personal con el trabajo político? ¿y si pensamos que lo privado si tiene que ver con lo público?

Después de esta primera denuncia, surgieron más voces acusándolo, más mujeres violentadas, hostigadas y abusadas, y vuelvo a decir, si se vale, lo peor de lo peor de lo peor de lo peor, es que se oyen otras voces conocidas diciendo, ya lo habíamos oído, lo sabíamos, ya me lo habían dicho, pero… silencio cómplice.

Pero no basta, lo peor de lo peor, bueno, lo muy malo pues, otras voces se oyen cuestionando “¿y por qué no lo dijeron antes? también ellas tienen la culpa por no hablar, ora si, quieren hacer leña del árbol caído”. Es decir, estas voces enjuician y culpan a las víctimas y no al agresor.

Esos son los subterfugios del sistema neoliberal y como decimos por estas tierras, tras no basta y todavía, también patriarcal. Este sistema de silencios cómplices, de discriminación y violencia hacia las mujeres, de alianzas ruinosas, de solidaridad del género masculino, en donde lo personal no tiene nada que ver con lo político, en donde bien decía alguien, con respecto a las demandas de las mujeres, los peores “derechazos” vienen de la izquierda.

Como feminista no puedo dejar de advertir, estas historias se repetirán una y otra y otra vez, mientras el trabajo que hacemos, las luchas que abanderamos, las causas que perseguimos no las construyamos desde una perspectiva de género.

Y por último, cuando compartía estas reflexiones alguien me preguntó, con ese tonito bien conocido entre burla y desdén, y qué ¿ustedes son perfectas?, sin dudarlo le respondí: somos feministas.

Nota final bien aclaratoria: Y si, el “compa” es Onésimo Hidalgo Domínguez, y por aquello de la pregunta ¿y será cierto?, pregúntenselo a CIEPAC, a quienes manifiesto de manera personal y como colectivo el más profundo respeto y reconocimiento por no continuar la cadena que pareciera irrompible de silencios cómplices y de anuencias enmascaradas, enfrentando las consecuencias de actuar congruentemente entre el discurso y la práctica, entre lo personal y lo político, abonando con su posicionamiento a la construcción de una sociedad justa, igualitaria y democrática.

Frente al Pacto Patriarcal, la Ética Feminista

Escrito por María Guadalupe Cárdenas Zitle
Jueves, 06 de Noviembre de 2008

La ética feminista se construye a partir de condiciones de desigualdad y subordinación entre mujeres y hombres, a partir de prácticas individuales y sociales. Esta ética feminista cuestiona la construcción patriarcal del ser mujer y hace un llamado a la toma de conciencia de las condiciones de explotación, discriminación, alienación, violencia y exclusión hacia las mujeres.

Es la ética que nos puede conducir a no ser cómplices de un pacto patriarcal, a hacer nuestra la justicia y la integridad entre mujeres y hombres. Es una ética que concibe un nuevo horizonte en nuestras vidas y nos conduce a un paradigma diferente de libertad. Una ética feminista que incluye respeto, honestidad, transparencia, confianza mutua, flexibilidad, espíritu de colaboración.

La doble moral patriarcal y el pacto patriarcal, prescriben conductas y valores diferentes para mujeres y hombres, valorando los masculinos y haciendo de ellos los parámetros de los femeninos. Trivializa las manifestaciones de violencia.

Ante las agresiones sexuales hacia las mujeres por parte de Onécimo Hidalgo se tratan de acomodar los principios éticos y las creencias a la conveniencia particular de quien las utiliza. Esta es la doble moral que manipula para minimizar la violencia sexual por parte de Onécimo en contra de no sabemos cuántas mujeres. La doble moral es un abuso de poder porque no se utiliza el mismo rasero cuando se trata de posicionarse ante acciones cometidas por amigos o enemigos, o cuando se trata de violaciones a derechos humanos en contra de comunidades enteras, por problemas de violencia social o pobreza, o cuando se trata de mujeres agredidas sexualmente.

La doble moral es un acto de terrible cinismo, es una práctica que lastima, es una estrategia tramposa para justificar la injusticia, es complicidad y simulación, es una mentira institucionalizada, es un engaño que no debemos permitir. Estamos hablando de violencia sexual hacia mujeres, estamos hablando de búsqueda de justicia.

Cuando hablamos de violencia sexual hacia las mujeres no falta quien recurra a esta doble moral, haciendo llamados a diálogo, mediación, negociación, reflexión, a no ser jueces, en fin, a no tomar un compromiso decidido a favor de las mujeres agredidas.

Es necesario que se establezca un diálogo, sí, pero un diálogo que incluya las voces de todas las víctimas, un diálogo multitudinario y social, donde se establezca la batalla por incorporar en las significaciones imaginarias sociales dominantes los significados consensuados por las mujeres.

La violencia sexual, reside en la relación de poder y sometimiento de la sexualidad de las mujeres, a través de la significación de las relaciones de poder. Se puede decir que todos los actos de violencia de género ejercidos contra mujeres, reflejan la configuración de una claro mecanismo de poder, dominación y control hacia ellas, práctica que identifica asimismo, dinámicas sociales construidas como resultado de las relaciones asimétricas de poder entre los géneros.

La inapropiada insistencia en el diálogo y la mediación entre mujeres agredidas y agresores resulta problemática por un sin número de razones. Es poco probable que las víctimas de violencia sexual presenten una denuncia. Además, la insistencia en el diálogo para que la víctima femenina negocie con el agresor asume que la víctima y el agresor tienen el mismo poder de negociación en su relación; se perpetúa una situación de desequilibrio de poder.

¿Cómo es posible conciliar normas morales exigidas para todas y todos con relaciones políticamente desiguales? Hasta ahora la respuesta ha sido separar la moral del poder, lo individual de lo social, la apariencia de la realidad, la moralidad de los que obedecen de la inmoralidad de los que mandan, los métodos curativos de los métodos preventivos. Así, la moral legitimado el doble rostro del poder, de igual manera que el poder legitima el doble rostro de la moral.

¿Moral correctiva o moral preventiva de la violencia contra las mujeres? O más bien ¿moral o ética?

Para poder construir una sociedad solidaria, libre, igualitaria, justa, digna para mujeres y hombres requiere una permanente actitud autocrítica, de deconstrucción de actitudes y prejuicios. Es necesario construir valores que acaben con el miedo, la soledad y el silencio que se exigen de parte de las mujeres para mantener el orden patriarcal. Nuevos valores que signifiquen las voces de las mujeres y sus denuncias como un acto de rebeldía ante este sistema patriarcal.

Las mujeres comprometidas pública y políticamente se transforman en blanco del castigo y del disciplinamiento político, cuyo objetivo primordial es controlarlas mediante un modelo único, y producir la internalización de la amenaza del temor para enseñarles a no osar en salirse de los roles de género y roles asignados de esposa y madre.

Hacer política no sólo es participar en luchas para erradicar los problemas sociales, es también la práctica de las mujeres agredidas por Onécimo Hidalgo para deconstruir el dominio de género, para construir sus alianzas para erradicar la violencia en su contra y en contra de las demás, para convertirse en sujetas y no objetas de pactos, para ser interlocutoras, dialogantes, con voz propia y que esta voz sea valorada, es decir, para ser mujeres pactantes de un nuevo orden, para ser sujetas políticas, para deconstruir el pacto patriarcal desde una ética feminista.



El chirrión por el palito (o la tortilla volteada,
en el 2º. Aniversario del
pacto Cero Violencia contra las mujeres)

Psic.Olivia Velázquez
Colectivo Feminista Mercedes Olivera, A.C. (COFEMO)

Debo reconocer que a pesar de que he pasado casi la mitad de mi vida estudiando, analizando y combatiendo la violencia hacia las mujeres como parte estructural del patriarcado, no deja de sorprenderme y sobre todo de indignarme, la perversidad de los mecanismos que hacen funcional este sistema.

¿En qué momento nos convertimos de víctimas a victimarias? ¿De ofendidas a ofensoras? ¿En qué momento pues, se nos volteo la tortilla? Así es este sistema.

No puedo evitar pensar en aquellas muchas, muchísimas mujeres que en la historia han denunciado, han dicho “ya no más” y han roto el silencio y que por hacerlo han sido sistemáticamente humilladas, ofendidas, torturadas y hasta asesinadas. Así es este sistema.

Sin embargo también es necesario anotar que el patriarcado siempre se refuncionaliza y ahora no permite (por lo menos no en todos los casos) que seamos calladas por un verdugo que nos quema o nos corta la cabeza.

El patriarcado actúa ahora de una manera más sutil e inasible y nos ataca en el espacio considerado por excelencia como femenino, en ese espacio en el que nos hemos constituido como personas y que por tanto, más nos ha costado transformar, el espacio íntimo-privado-personal.

Cuando se trata de los hombres, la vida privada se queda de la puerta para adentro, si las paredes hablaran…Escuchamos justificaciones que hacen del espacio privado de los hombres un espacio intocable, no tiene nada que ver con su quehacer público, a nadie le importa, o por lo menos a nadie le debería importar, por eso pueden ser pederastas, violadores y hasta asesinos y seguir también, siendo curas, gobernantes y ¿por qué no? hasta luchadores sociales.

Ah, pero eso si, cuando se trata de una mujer que habla, que denuncia, que cuestiona, que rompe el silencio, lo primero que sale a cuestión por no decir a juicio, es su vida íntima: “¿y ella de qué habla si una gran p…perdida?, ¿ya saben con cuántos se acostó? Si es una zorra, ni qué fuera tan santita…menuda historia le sabemos” dijeron por ahí.

Porque claro, una mujer solo tiene derecho a hablar si es santa, virgen y pura, si no tiene en su historia algún intento, por mínimo que sea, de transgredir su papel histórico subordinado, de lo contrario siempre será  flagelada, insultada y descalificada. Así está constituido el sistema patriarcal…

Entre quienes hemos enfrentando estas situaciones que de pensarlas logran ruborizarnos, sabemos que el patriarcado está tan perfectamente construido que los agresores no tienen ni que abrir la boca para justificarse o negar o defenderse, para eso están a quienes nosotras identificamos como “defensoras del patriarcado”; son esas mujeres que como bien sabemos ya, la subordinación la tienen tan internalizada que se alían con los agresores y permiten con sus acciones y discursos la reproducción de este sistema de dominación.

En el caso del ya triste, desafortunado y nuevamente multicitado CIEPAC, hasta ahora no se ha escuchado la voz del agresor (y no me refiero a Onésimo Hidalgo), ni para bien ni para mal, no es necesario, ¿para qué? Ahí tiene a un grupo de mujeres que han hablado por él, que lo defienden, que lo protegen, que lo acuerpan, y que perpetúan “orgullosamente” en sus vidas la subordinación.

Para las feministas no es de extrañar que esto suceda, conocemos los entramados de este sistema que al final de las historias nos voltean el chirrión por el palito y nos señala a nosotras como culpables, a las mujeres, las que se gritan, se insultan, se pelean entre sí, mientras que el patriarca queda, él si, inmaculado. Así es este sistema patriarcal…

No quiero dejar de señalarlo porque no faltará quienes con su dedo flamígero enjuicien de nueva cuenta a las mujeres, descalificándonos, desacreditándonos e incluso escupiendo lodo sobre el trabajo que hacemos y la vida que vivimos, no faltará quién diga “así son las mujeres,  solitas ellas se ahorcan”. Y yo digo, nuevamente, ojo, así es el sistema.

Este es el trabajo y compromiso de las feministas, desenmascarar a este sistema y sus perversos mecanismos, denunciar la violencia hacia las mujeres luchando contra nuestra propia constitución femenina y ante la tentación de perpetuar nuestra subordinación con tal de no perder el beneplácito de los patriarcas.


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